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Los Drukhari, también conocidos como Eldars Oscuros, son una de las facciones más crueles y despiadadas de Warhammer 40,000. A diferencia de sus primos Asuryani, que buscan la disciplina y el equilibrio, los Drukhari abrazan la decadencia, la crueldad y el sufrimiento como forma de vida.
Cuando el antiguo imperio Aeldari se derrumbó debido a su propia corrupción y excesos, algunos supervivientes eligieron un camino oscuro. En lugar de buscar redención, huyeron al corazón de la Telaraña, estableciendo la gigantesca metrópolis de Commorragh. En esta ciudad-mazmorra viven rodeados de esclavos, gladiadores y víctimas torturadas, extrayendo su vitalidad a través del dolor ajeno. Este ciclo de sufrimiento perpetuo es lo único que mantiene con vida a los Drukhari, impidiendo que sean devorados por Slaanesh, el dios del exceso.
La sociedad Drukhari es una red de cábilas piratas, cultos de gladiadores y sectas grotescas que compiten entre sí por poder, prestigio y nuevas fuentes de sufrimiento. Cada cábila es una organización militar y criminal, dirigida por un Archón astuto y despiadado. Junto a ellos, los Cultos de Brujas organizan sangrientos espectáculos en arenas mortales, mientras que los Haemonculos crean abominaciones de carne y metal, experimentando con sus prisioneros hasta límites inimaginables.
Los Drukhari son veloces, letales y despiadados. Prefieren ataques relámpago desde sus veloces vehículos antigravitatorios, secuestrando prisioneros antes de que sus víctimas siquiera sepan quién les ha atacado. Su armamento está diseñado para infligir el máximo dolor: venenos exóticos, armas químicas y proyectiles diseñados para prolongar el sufrimiento. Su táctica es la velocidad y la crueldad, atacando desde las sombras y desapareciendo antes de que llegue una respuesta.
En Warhammer 40,000, los Drukhari son un ejército rápido y agresivo, ideal para jugadores que disfrutan de maniobras audaces y golpes quirúrgicos. Su fragilidad es compensada por su movilidad y su potencia ofensiva. Con reglas específicas para reflejar su sed de dolor y el aumento de su letalidad a medida que el enemigo sufre, son una fuerza brutalmente efectiva en manos de comandantes que saben aprovechar el terreno y la sorpresa.